Sabemos por experiencia que no es sencillo meditar. Y lo hacemos aún más complicado
al esperar poder ser capaces de desconectarnos y profundizar en el silencio
inmediatamente después de haber estado ocupados hablando por teléfono, escuchando
la radio o mirando televisión. Escuchamos a Cassian recalcar que: “Como resultado del
funcionamiento de la memoria, todo lo que nuestra mente estuviera pensando antes de
nuestro tiempo de oración nos ocurrirá inevitablemente cuando recemos.” Debemos, por
lo tanto, introducir un período de aquietamiento, para crear como un bolsón de silencio
exterior que llegue en especial hasta nuestro período de meditación en la tarde. El
continúa diciendo que “De ahí que debemos prepararnos antes del tiempo de la oración
para ser las personas orantes que queramos ser.” Esa es la esencia: necesitamos ser
una “persona orante” no solamente en el periodo que precede nuestra meditación y
durante nuestra meditación sino en toda nuestra vida diaria. Esto implica una actitud
diferente hacia la vida, simplificar nuestras necesidades y nuestros deseos, en otras
palabras simplificar nuestra vida en general, de manera que nada distraiga nuestra
atención de lo Divino.
Además de lo anterior, otra preparación esencial para la oración contemplativa es la
purificación interior, lo que los Padres y las Madres del Desierto llamaron “pureza del
corazón”. Para Cassian, como para su maestro Evagrius, la práctica espiritual involucra
en gran medida la purificación de los “malos pensamientos” o como también lo llamaron
la “limpieza de las emociones”. Con esta expresión quisieron significar el purificar los
deseos egocéntricos personales. Las emociones desordenadas que son causadas por el
ego herido. Evagrius aconseja a sus discípulos redireccionar, educar y transfigurar estos
deseos a través de la conciencia, de manera que ellos no estén más a merced de
emociones desproporcionadas, que enturbian la percepción de la realidad y les impiden
ver lo Divino.
Thomas Merton explica; “lo que los padres más buscaban era su propio ser en Cristo. Y
para hacerlo, tenían que rechazar completamente el ser formal fabricado bajo la presión
del mundo.” La meditación es la clave… nos lleva a comprender como nuestras heridas
se manifiestan en nuestras necesidades compulsivas: nuestra avaricia, nuestra envidia,
nuestro deseo de ser queridos, nuestro deseo de poder y control. La meditación es
nuestra arma más importante, ya que atrae al Espíritu Santo, quien “se compadece de
nuestra debilidad, y aunque somos impuros, con frecuencia viene a visitarnos. Si
encuentra a nuestro espíritu rezándole con amor verdadero entonces desciende sobre él
y disipa todo el ejército de pensamientos y razonamientos que lo acucian.” (Evagrius) Por
lo tanto la oración/la meditación conduce en forma natural hacia la transformación y hacia
la sanación del ego herido.
Como siempre las enseñanzas de los Padres y de las Madres del Desierto estaban
sólidamente basadas en las Escrituras. Jesús hace hincapié en que son nuestros
pensamientos, o nuestros “malos” pensamientos los que nos impiden vivir en la
Presencia de Dios: “Los malos pensamientos… todos proceden del corazón, y estas son
las cosas que profanan a un hombre.” Destaca que se necesita nuestra purificación
interior: “Limpien primero el interior de la taza, luego el exterior también estará limpio.” Al
mismo tiempo se nos dice que cuando en verdad perseveramos, “la puerta se nos abrirá”
(Mateo 7:8). Nos haremos concientes de la Presencia divina en nuestro corazón.
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