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viernes, 24 de octubre de 2008

Las tres caras de la Metafísica (ll)

LA CIENCIA BUSCADA.

Es la primera cara y el primer momento de la metafísica. Esta se presenta, en Aristóteles sobre todo, literalmente como “La buscada” (Hé zsetouméne...: “Esta es la ciencia que buscamos.....” Metafísica, I, 2). Y cuando Aristóteles dice “la que buscamos” indica que no es él solamente quien la busca, sino que se trata de algo que todos los filósofos vienen buscando desde hace tiempo. Y lo que los antecesores de Aristóteles habían estado buscando desde hacía mucho tiempo, desde los tiempos de Tales de Mileto, era el conocimiento de los “principios” (arjoi) de todas las cosas.

Entendiendo por “todas las cosas” lo que vemos y tocamos, todo lo que aparece ante nosotros: el mundo físico (Physis: la naturaleza), los vivientes, los hombres y las estrellas... Y entendiendo por “principios” las causas o las razones: el qué y el por qué existe lo que existe, por qué sucede lo que sucede, cómo sucede y para qué, cuál es la razón de ser de cada cosa, su sentido en el curso de los acontecimientos... Aristóteles mismo señala que todo cuanto podemos preguntar acerca de cualquier cosa se reduce a una de estas preguntas: el qué, el cómo, el por qué y el para qué.

Cualquier otra pregunta puede encuadrarse en alguna de las anteriores. Entonces, la Metafísica sería la respuesta o solución de estas preguntas. Pero, cuidado, ya que toda ciencia parece que trata de responder a esas mismas preguntas; pero de modo concreto, en particular, dentro de un sector más particular de la realidad. Por ejemplo, si una ciencia, que llamamos “meteorología” trata de responder a la pregunta “¿por qué llueve?”, otra ciencia más general tratará de responder a la pregunta: ¿por qué hay cambios en la atmósfera o, más en general, en el mundo de la materia?.

Y todavía se puede preguntar: ¿qué es el cambio?, ¿qué es el orden o el caos? ¿cómo es posible que haya cambios sin que todo se desintegre o se cree de nuevo?. ¿Por qué el ser, más bien que el no ser...?, etc... La metafísica, como “la ciencia buscada” debería ocuparse de investigar sobre estas últimas preguntas; o sea, sobre los “principios” y razones últimas de las cosas. Y, por supuesto, sobre el sentido último de la vida humana, pues el hombre aparece como una parte del mundo.

LA CIENCIA SOBRE LOS FUNDAMENTOS.

La metafísica “buscada” por Aristóteles quedó literalmente sepultada con el resto de sus libros, después de la muerte del filósofo. Reapareció en Roma, a donde el general Sila trajo un abigarrado botín de guerra, después de la conquista de Atenas por los romanos (año 86 a. C.). Comienza así la segunda “navegación” de la metafísica. Un largo despertar, que tendrá un primer momento en la misma cultura grecorromana; un segundo momento, en la cultura árabe oriental (Bagdad) u occidental (Córdoba); y un tercer momento, en la incipiente cultura medieval (finales del siglo doce y principios del trece), cuando Aristóteles llega a la Europa medieval, tocado con el turbante y con los atuendos de los hijos del desierto: llega inicialmente a través de los árabes españoles principalmente (Escuela de traductores de Toledo).

En este segundo periplo, la metafísica entra en contacto con la Teología, pues tanto los árabes como los cristianos poseen unas “creencias” que son también respuestas últimas al sentido de la vida; pero son respuestas que se cree procedentes de lo alto, inspiradas por un Ser divino. Así pues, la metafísica seguirá uno de estos dos caminos: o bien sucumbe y se confunde subordinada a la Teología religiosa, o bien intentará mantener su independencia y reclamar su diferencia respecto de las creencias. Tomás de Aquino será el primero en tratar de diferenciar netamente la fe de la razón, la metafísica racional o filosófica, de la Teología religiosa (aun admitiendo que ésta puede ser ayudada en su tarea por la filosofía).

Dice que hay “dos tipos de teología”, la racional o filosófica y la divina o religiosa. La primera tiene un proceso ascendente; la segunda, descendente ya que va desde Dios al mundo. En cualquier caso, la metafísica medieval se presenta como un despliegue ulterior de la ciencia buscada por Aristóteles y por Platón. Consecuentemente con la cultura de los medievales, se constituirá como una ciencia o saber acerca de los Fundamentos, de las bases últimas de lo real. Es, pues, la continuación y la confirmación de la ciencia de los principios primeros. Su labor ahora, sin embargo, parecería ser superflua, pues la Teología invade todos los planos de la vida y parece explicar o dar respuesta a todas las preguntas sobre el mundo.

Pero la Teología misma y la fe religiosa presuponen obligadamente unos preámbulos (Tomás de Aquino los denomina: “Praeambula fidei”) de carácter racional, pues para creer a Dios (que es la fe religiosa) es preciso: saber que existe Dios y que es la Verdad primera (Ya San Pablo lo había indicado: Hebreos, 11, 6). Y estos preámbulos no son de fe, sino que dependen de la razón. Así pues, esta es una labor que corresponde justamente a la Metafísica, llamada también “Teología filosófica”. Pero la Metafísica posee otras tareas fundamentales: Debe “fundamentar” los demás saberes, ya que es como un “saber arquitectónico”, esto es, organizativo del resto de los conocimientos humanos.

Por ello, debe “juzgar” críticamente de la verdad en general y del conocimiento en general. Y esta tarea de “juicio” crítico es lo propio de la Metafísica como Sabiduría.

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