Un Código de vida
Ángel Gaspar Celdrán
“No está permitido a nadie tener hábitos o mantos blancos, más que a aquellos que son llamados Caballeros de Jesús-Cristo”. (Art. XXII. Regla del Temple. 1128).
El caballero, aquel que es capaz de sacrificar su propia vida en la defensa de causas aparentemente perdidas, ha de ser una esperanza para el mundo. Debe de acudir siempre a la llamada de aquellos que sufren, que dudan o tienen hambre y sed de una evolución más alta; como San Martín ha de rasgar su capa para cubrir al infortunado, haciendo que el amor hacia los hermanos más pobres nos haga también compartir con ellos, como tú lo hiciste, lo que somos y tenemos con sencillez y humildad de corazón.
O como Oswald Wirth, recordad que el ideal iniciático es la filantropía, el humanitarismo, el ejercicio del bien supremo sobre esta Tierra,
“Ama el bien. Ignora el mal”
El Caballero del Temple que ejerce la Caballería al servicio de Dios, de Nuestra Señora y de toda la Humanidad, debe de ser muy estricto en la aplicación de un código de vida diario. Ha de renunciar, a toda idea de posesión egoísta con sólo el ánimo de beneficio propio.
Los templarios del pasado a pesar de ser una orden rica y próspera, sus miembros eran pobres y nada poseían que no fuese aquello que la orden les entregaba para cubrir sus necesidades más esenciales. A los templarios les unían lazos de amor y fraternidad basados en la solidaridad entre los pueblos, teniendo en cuenta como fin el bien común y la elevación de la conciencia. “Si algún Hermano de la Casa quiere tener, por derecho o por espíritu de soberbia, lo más bello y lo mejor, merecerá a causa de su presunción tener lo peor. ( Art. XXV R.T.) No debe causar a ninguna criatura herida o daño, sea esta una criatura humana u otra, sea por ganancia, placer o vanidad. Por lo tanto, y siguiendo tal ejemplo, los templarios del Nuevo Milenio deben de comprometerse a llevar una vida ejemplar de verdaderos soldados de Cristo, socorriendo y protegiendo a los más débiles, y en general, defensores de la Naturaleza.
“Ama y protege la vida, expande la paz y la armonía. No manifiestes agresividad en ningún plano”.
El Caballero Templario procurará tener un temperamento mesurado y armónico para facilitar el trato y la convivencia, tratando de ser organizado y disciplinado para controlar cualquier rasgo de egocentrismo, sustituyendo esta actitud con el empeño en no imponer nuestro criterio a los otros, siendo capaces de convivir teniendo en cuenta las diferencias caracterológicas, es decir, el Caballero Templario debe tomar conciencia de su comportamiento y reacciones, analizar constantemente cuáles son sus motivaciones más profundas y cómo actuar ante ellas. En definitiva, que su actitud sea de responsabilidad.
“Sé puro, sensible y dulce. No practiques jamás el sarcasmo”
El Caballero Templario nunca se pierde de vista a sí mismo, pero esto no ha de significar que descuide a las personas con las que se relaciona, es decir, si amo y tengo en cuenta a los demás procuraré no dañarles deliberadamente: que el amor, la compasión y la consideración hacia los demás, sea primordial en mis relaciones, no juzgando ni provocando a nadie.
“Sé bondad, justicia y compasión. No critiques jamás”
La capacidad de vivir con ética y solidaridad debe crear un nivel de fortaleza en nosotros mismos y al mismo tiempo ser capaces de crear un compromiso personal que nos aporte la energía suficiente para defendernos de cualquier agresión individual o masificada.
En el camino espiritual no se nos pide que seamos serviles o blandos, todo lo contrario, la justicia o el ser justo a veces conlleva tener firmeza y luchar por lo que creemos aunque eso signifique enfrentarnos a lo establecido. Es por ello que el Caballero Templario mostrará una firmeza interna confiada y convencida que no se deja vencer ni convencer por la justicia o por el ataque externo luchando por lo que considera bueno para sí mismo aunque sea cuestionado por los demás.
En definitiva que el caballero actúe conscientemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario