BLOG PRINCIPAL

Buscar este blog

viernes, 20 de febrero de 2009

DANTE ALIGHIERI Y LA FILIACIÓN TEMPLARIA DE LOS FEDELI D'AMORE

DANTE ALIGHIERI Y LA FILIACIÓN TEMPLARIA DE LOS FEDELI D'AMORE



Dr. Carlos Raitzin



Una cuestión de especial interés relacionada con la Orden del Temple son sus filiaciones u Ordenesderivadas de carácter laico o seglar. Se poseen evidencias de que al menos una de estas filiaciones existía ya bastante antes del infame proceso al que fue sometido el Temple y de la pérdida del carácter canónico de la Orden, lo que tuvo lugar en 1312. Esta filiación a la que aludimos es la Orden de los Fedeli d'Amore (Fieles de amor), a veces designada también con el nombre de la doctrina iniciática por ella transmitida: la Fede Santa.

No parece caber duda razonable de que el nombre de Fedeli d'Amore provenía directamente del famoso grito de guerra de los caballeros templarios cuando estos se lanzaban al combate con valor insuperable. Ese grito era: ¡Viva Dios, Santo Amor!

Por otra parte es bien conocida la pertenencia de Dante Alighieri, con dignidad de Gran Maestre y otro tanto corresponde afirmar del pintor Pedro de Pisa. Pero no fueron ellos los dos únicos talentos sino que asombra aún hoy la pléyade de grandes figuras de la literatura italiana que revistaron entre los Fedeli d'Amore. Baste mencionar a Bocaccio, Petrarca, Andreas Cappelanus, el cardenal Francesco da Barberino, Cavalcanti, Dino Compagni como también Brunetto Latini, autor bien conocido de dos obras, el "Tesoro" y el "Tesorillo" a quién después nos referiremos. Incuestionablemente los Fedeli d'Amore poseían una transmisión iniciática y una corriente doctrinal esotérica propia en su forma externa, de indudable origen templario en lo inmediato pero ismailita (Orden de los Haschischin) en lo mediato. Esta doctrina, precisamente por ser iniciática, era suprarreligiosa y no podía de ninguna manera ser encuadrada en los canones del cristianismo, ni siquiera como una heterodoxia.

Es necesario recalcar aquí una vez más que lo auténticamente iniciático y tradicional tiene su lugar propio en un plano espiritual-intelectual más elevado que lo religioso, entendiendo esto último tanto en el aspecto dogmático como devocional. Recordemos que lo religioso es, por excelencia, esencialmente pasivo y funciona exclusivamente a nivel de consuelo y soporte emocional. Lo iniciático, por el contrario, corresponde al modo activo de desenvolvimiento espiritual empleando técnicas propias y distintivas que son las disciplinas de esta vía. Por ello ambos caminos no pueden, en rigor, encontrarse ni coexistir, siendo esencialmente incompatibles tanto por una cuestión de nivel espiritual como por otra de índole metodológica. Además, y esto es básico, la vía iniciática está ante todo caracterizada por la transmisión espiritual que se denomina, precisamente, iniciación. No existe contrapartida o análogo de la iniciación en el campo religioso, a despecho de lo que han pretendido algunos autores desencaminados y confundidos, tales como Frithiof Schuon. Bien entendido, todo aquello de naturaleza devocional, tal como oración, éxtasis místico, mortificación ascética y limosna caritativa no tienen absolutamente nada que ver con la vía iniciática, correspondiendo sin excepción y exclusivamente a un nivel muy inferior de cosas que es, por supuesto, el religioso.



Esto aquí enunciado es muy simple de entender para quién posee las necesarias aptitudes y cualificaciones para emprender verdaderamente la vía iniciática pero no resulta por cierto cosa simple para la inmensa mayoría de las personas. De hecho, se requirió mucho tiempo para llegar a clarificar las ideas hasta este punto. Y por supuesto, durante muchos siglos quiénes recorrían la vía iniciática seguían (y generalmente siguen hasta hoy en día) añadiéndole elementos superfluos de tipo religioso con todos los perjuicios que ello implica: dogmatismo fanático, sectarismo, pérdida de universalidad y de fraternidad. Por supuesto, tales actitudes provienen de una incomprensión profunda de la naturaleza de lo iniciático, cuyo desenvolvimiento tiene lugar en el plano de la experiencia metafísica a nivel totalmente suprapersonal. Pero, por supuesto, quién jamás ha atravesado por tales experiencias inefables y, por ende, posee solo una idea muy vaga y remota de la naturaleza de éstas, mal puede comprender porqué debe desembarazarse de lo religioso para alcanzar algo ciertamente más elevado en lo que hace tanto a la vivencia interior como al Conocimiento del Ser.



Naturalmente todas estas dificultades provienen del hecho que normalmente se inicia a personas que no poseen, ni aún en grado ínfimo, las mínimas condiciones que las harían aptas para tal vía de realización espiritual. Y lo que aún es más grave, llegan a la Iniciación cargados de ideas absurdas y concepciones erróneas que generalmente toman del "saber" profano como del dogmatismo religioso y que luego les resultan muy difíciles de olvidar.



Pues bien, en los Fedeli d'Amore se daban en buena medida hechos de la naturaleza mencionada. Lo genuinamente esotérico e iniciático se revestía una y otra vez con un ropaje demasiado marcado por la ignorancia, el fanatismo y la superstición propias de lo típicamente religioso.



Otras veces, el temor a la Inquisición y a los güelfos hacía que ese ropaje religioso, con todos sus absurdos y limitaciones, fuera adoptado deliberadamente. Y así nació incluso un lenguaje secreto de los Fedeli d'Amore por demás interesante y del que nos ocuparemos más adelante.



Un tema de tanto interés como los Fedeli d'Amore no podía escapar a la atención de los especialistas tanto del campo esotérico como historiadores. Y así fue como hombres de la talla de René Guénon, Julius Evola, G. Rosetti, Luigi Valli, A. Ricolfi y Arthur Schult (para mencionar solamente a algunos de los más conspicuos) le han dedicado a esta Orden considerable esfuerzo. Hoy volcaremos en esta exposición algunos de los resultados por ellos obtenidos.

No hay comentarios: