Podría ser estimulante y refrescante el probar nuevas disciplinas espirituales. Podría también implicar correr un riesgo. ¿Se pueden tomar como técnicas que nos permitan encerrar o incluso forzar a que Dios nos recompense? ¿Son acaso formas de reprendernos a nosotros mismos por nuestras debilidades que secretamente nos hacen sentir orgullosos en vez de llevarnos a la humildad que implica el auto-conocimiento?
Esto es la razón del porqué Jesús insiste a sus discípulos que no hagan un espectáculo del ayuno - especialmente para sí mismos. El ego es siempre una audiencia que aprecia nuestras ambiciones espirituales. Para evitar esta trampa recurrimos a la sabiduría de la tradición que también informa de la enseñanza misma de Jesús. El ayuno discreto se complementa con la práctica de compartir la limosna. En el primer caso, reducimos nuestro propio consumo. En el otro, extendemos nuestra generosidad para aquellos que tienen necesidad.
En medio de nuestra crisis económica global, el ayuno parece ser inevitable. La gente gastará menos porque tiene menos que gastar. Pero como los pobres siempre sufren más en situaciones como esta, entonces es importante dar más. No debemos "espiritualizar" esto con el fin de justificar nuestra posesividad y auto-interés. Pero también debemos comprender que reducir nuestro consumo no solo aplica a nuestras compras o a lo que comamos. Puede también significar descubrir qué tan inconscientes somos sobre nuestra adicción a los medios y al entretenimiento. Significa cuánto tiempo adicional damos a la meditación y a la lectura divina. Un día sin televisión, una mañana sin radio. El compartir la limosna no solo cubre cosas materiales, pero incluye el cuidado y la atención amorosa que damos a otros. Una sesión extraordinaria con alguien a quien conocemos que requiere ser escuchado. Un momento para percatarnos y apreciar a una persona solitaria.
La mejor forma para equilibrar nuestra vida espiritual y nuestra vida diaria - y hacerla más armoniosa - es nuestra lealtad y generosidad al tiempo que dediquemos a nuestra meditación cada mañana y cada noche. Sería fácil evitar este ayuno y limosna interior - la meditación es tanto reducción como expansión - dramatizando las prácticas externas. John Main nos ayuda a comprender esto cuando él dice que la meditación es la ascecis esencial de la vida espiritual.
La ascesis no significa auto-negación o infligir incomodidad. Significa, literalmente, ´ejercitar´ o entrenar. Si usamos estos cuarenta días para estar en mejor forma, celebraremos mejor los misterios de la Pascua. Si abrazamos con alegría este tiempo de desierto más allá de todo para ser leales al silencio interior y a la quietud, entonces podremos ver que el desierto no está desértico. Está lleno. No es una desviación del Reino, pero su verdadero portal.
Con mucho cariño,
Laurence
No hay comentarios:
Publicar un comentario