EFECTOS DE UNA ORACIÓN SILENCIOSA | |
La molestia corporal es de lo primero que se experimenta, en la espalda, en las rodillas... Lo que más duele en la vida en una postura no honesta en lo cotidiano. Eso a veces se trasluce en la meditación. Todo ha de ser justo en la vida .Justo el mirar, justo el estar en la relación fraterna. Lo que más duele es no estar bien en la vida, no vivir justamente.
La fuerza de la meditación. Capacidad para trascender el parloteo, la dispersión. En el silencio se puede ser uno mismo sin atractivos. Se desvanecen las falsas identificaciones: lo que sentimos, lo que soñamos... El silencio es un sencillo espejo. En un lienzo de una iglesia oriental está pintado un mono en el árbol y en el río se refleja la luna y el mono se estira para coger su reflejo. Debajo hay una inscripción: la verdadera luna se toma no mirando su reflejo sino mirando la verdadera luna. Nosotros no somos ningún reflejo. Lo que a veces aparece en el silencio son reflejos pero nuestro ser está detrás. En el silencio se aprende a no confundirse con lo que allí se refleja. Todo nos puede llevar a nuestro verdadero ser, a veces es suficiente una sencilla nube para oscurecer; en referencia al cosmos de nuestro ser cuando un sencillo anhelo nos deja a oscuras. Hay que trascender, buscar lo que está detrás y no cegarse por la nube.
El silencio es un gran generador de la sabiduría profunda. Nuestra era es la de la información pero no del conocimiento y menos de la sabiduría. El silencio puede llevarnos a esa sabiduría interior, nos puede volver luminosos. El silencio dentro de su austeridad nos puede llevar al mundo de la sabiduría interior.
La capacidad receptiva que nos ofrece el silencio. Venga lo que venga.
Otro efecto es la pacificación. Hay sobredosis de ocupaciones y malestar que engendra tensión. Cuando el silencio va recubriendo la existencia se recobra la pacificación. La paz no está en los logros sino en lo que se es.
Se recobra una capacidad de presencia: estar donde estamos. Casi siempre estamos en otro sitio, estamos familiarizados con la ausencia y no con la presencia. Una leyenda medieval cuenta que Jesús atravesaba con sus discípulos una región y les salió al paso un hombre que le invitó a su boda. Jesús le dijo: ¿quieres que haga un milagro como en Caná? ¡No, no! No tendrás que hacer ningún milagro porque todo está a punto. Jesús se le quedaba mirando y le dice: creo que no voy a ir. Por fin le dice: mira iré si tú estás presente. Y relata él: yo recibí muchos el día de la boda pero nadie estaba presente, ni yo estaba presente allí. Basta estar presente para descubrir a Dios, si no le descubrimos es que algo se interpone. Basta una atención silenciosa. Añadir otra cosa es innecesario y puede crear confusiones.
Todo esto no llega de repente. El silencio es lo natural de la vida y lo natural es bastante lento.
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José F. MORATIEL |
lunes, 9 de marzo de 2009
EFECTOS DE UNA ORACIÓN SILENCIOSA
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