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jueves, 16 de abril de 2009

La Totalidad de Dios

Moment of Christ - The Path of Meditation -
John Main,OSB

En estas pláticas siempre empezamos de nuevo. No es que haya nada nuevo en cada
pláticas, sino que nuestro objetivo es llegar, con seguridad y gradualmente al centro del
misterio. La meditación es siempre un regresar a nuestro principio, que es nuestro
centro, que es nuestra fuente. Cada vez que nos sentamos a meditar, cada mañana y
cada noche, nuestro propósito es aclarar la base para que la energía del centro pueda
radiar libremente y penetrar universalmente. Pero tenemos un peligro, y ese peligro es
la distracción.


Como lo sabemos por experiencia propia, nos es muy fácil distraernos. El amor de Dios
se nos da a cada uno de nosotros libre, generosa y universalmente. El amor de Dios
fluye de nuestro corazón como un manantial poderoso. Pero así como Martha, en la
historia del Evangelio, nos encontramos muy ocupados haciendo cosas. Debemos
aprender, y es absolutamente necesario que aprendamos, que solamente una cosa es
necesaria, porque solamente hay una cosa que es. Todos primero debemos
percatarnos de nuestra falta de disciplina. Debemos llevar nuestras mentes distraídas a
la quietud. Esta es una de las primeras grandes lecciones sobre la humildad, cuando
descubrimos que encontramos la sabiduría en la quietud, y logramos pasar esta prueba
de distracción, por el regalo de Dios. Su oración es nuestro regalo y lo que tenemos que
hacer es estar disponibles, y esto lo logramos poniéndonos en silencio. El silencio es la
respuesta esencialmente humana para responder al misterio de Dios, a la infinitud de
Dios. Aprendemos a estar en silencio con tan solo repetir nuestro mantra en humilde
fidelidad.

El misterio de Dios es como un maravilloso multifacético diamante. Cuando hablamos o
pensamos sobre Dios es como si respondiéramos a alguna de sus fases, pero cuando
estamos en silencio – que significa estar en su presencia – entonces respondemos al
misterio que llamamos la totalidad de Dios, en su omni-dimensionalidad. Lo maravilloso
de esto es que el total nuestro es quien responde a la totalidad del misterio de Dios. No
es solo nuestro intelecto o solo nuestras emociones, no solo la parte “religiosa” de
nosotros o la parte “secular” de nosotros. Todo lo que somos responde a todo lo que es
El, en absoluta armonía, en absoluto amor. Esto es la experiencia de la oración
Cristiana. Es la totalidad. La esencia de esta totalidad se encuentra en nuestra unión
con El, quien es el Uno.

¿Cómo es posible? Es posible a través de la Realidad Encarnada que es Jesús. Dios se
nos revela en Jesús, está totalmente presente en Jesús. El amor de Jesús nos une con
El. Al estar abiertos a través del silencio a esta realidad, entonces nos abrimos a la
maravilla de la realidad de Dios. Es por ello que el camino de la oración es un camino de
mayor profundidad, de mayor generosidad al silencio. No es suficiente solo pensar en el
silencio o solo hablar del silencio – debemos abrazarlo! Aprender a estar en silencio,
abrirnos a su regalo, implica aprender a decir nuestro mantra. Nuestro horario regular
para la meditación nos conduce a ese silencio y surgimos del mismo refrescados,
renovados y re-baptizados por el poder del Espíritu. Lo que les he dicho ya varias veces
es que cada uno descubrimos en la oración que el simple hecho de ser en su presencia
es suficiente. En su presencia estamos curados. En su presencia encontramos el valor
de vivir nuestras vidas con El, por El y en El. Cuando empezamos a abrirnos a este poder,
toda nuestra vida se llena de significado. El significado viene del silencio. Todo nuestro
hablar, todo nuestro vivir, todo nuestro amar encuentra significado en este silencio que
fluye de nuevo.

La gente pregunta con frecuencia “¿En qué consiste la experiencia de la oración? ¿Qué
significa verdaderamente?” “¿Qué pasa?” “¿De qué se trata?” Es como el silencio.
“¿Y qué pasa?” En el silencio – la paz. En el silencio – la presencia. Y en el silencio,
silencio más profundo. El camino a ese silencio requiere de una gran paciencia, de gran
fidelidad y requiere en nuestra tradición que aprendamos a decir el mantra. Como lo dijo
John Cassian, el mantra contiene todo lo que la mente humana puede expresar y todo lo
que el corazón humano puede sentir. La pequeña palabra nos lleva al silencio, que es el
silencio de la energía creativa. El tiempo que nos tome no es importante. “Para el Señor
mil años es como un día” Lo único que cuenta es que vamos en el camino y eso significa
la sencillez de nuestra meditación diaria, cada mañana y cada noche.

La maravilla de este camino lo encontramos descrito en las palabras de San Pablo a los
Romanos:

“Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta a misericordia de Dios, les ruego que cada
uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la
renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena,
agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2)

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