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sábado, 25 de julio de 2009

LECCION NO. 40

LECCION NO. 40
Gregorio de Nisa - Laurence Freeman

http://www.meditacioncristiana.com

La filosofía india incluye la doctrina de “advaita” o de la no dualidad. No tenemos una
realidad absoluta pero tampoco estamos relacionadas con ella en forma dual. Como pasa
con todas las ideas, ésta también ha generado muchas versiones. Hay estilos de “advaita"
sólidos y otros menos convincentes. En forma similar, la conciencia mística cristiana – que
no es en si misma una cuestión de ideas, sino que da a luz a la más rara de las creaciones,
las ideas nuevas – tiene estilos de teología apofática poco convincentes y otros que son
sólidos. Esta teología no se escapa de lo inconocible del misterio de Dios sino que lo abraza
afectuosamente.

Gregorio de Nisa (335-395) es tan categórico en su modo apofático como pueda imaginarse.
Tal vez debido a esto y al hecho que no fuera tempranamente traducido al latín, ha tenido
menos influencia en la teología y en la espiritualidad occidental que en su propia Iglesia
Oriental. Pero él representa una mente que el Occidente moderno, cansado de las
divisiones religiosas, se beneficia grandemente al conocer.



Se crió como hacendado en lo que es actualmte Turquía, Gregorio fue una de los tres
grandes “Padres Capadocios”. Su hermano Basilio y Gregorio de Nazianzen, el amigo de
Basilio, fueron respectivamente el político-legislador y el poeta-teólogo del grupo. Gregorio
de Nisa se convirtió en el filósofo místico, formado por su vida en matrimonio y un turbulento
y bastante ineficaz episcopado . Parece que fue después de la muerte de su hermano, que
reaccionó sintiéndose llamado a completar el legado de Basilio defendiendo el Concilio de
Constantinopla de 381. Esto constituyó un hito en la resistencia de la Iglesia de los primeros
años contra el arianismo, la doctrina que disminuye la estatura divina de Cristo. Uno podría
pensar que esta larga batalla contra la todavía moderna herejía (herejía, literalmente
significa “punto de vista elegido”) fue solo una mera riña académica. En realidad tiene que
ver con nuestra concepción del ser y del sentido del potencial humano. Lo que Jesús es,
nosotros lo somos. Se podría pensar que la tradición mística no tiene mucho más que
ofrecer a esta discusión refinada. En realidad nadie demuestra mejor que Gregorio, en sus
trabajos correspondientes a la última mitad de su vida, que lo que da forma a nuestros
mejores pensamientos es la conciencia mística que ilumina el mundo de las ideas desde
una fuente supra-racional. La lógica de la experiencia mística se extiende hacia adentro del
reino del pensamiento y de la acción y exige coherencia.

Gregorio marca un distanciamiento del misticismo cristiano con su tradición griega.
Origenes una mente griega, muestra una forma débil de lo apofático. Le gusta pensar que,
una vez que hemos superado los obstáculos en el recorrido ascético y dominado nuestras
pasiones, veremos lo que tanto hemos deseado ver y conoceremos lo que tanto hemos
deseado conocer. La idea griega de la perfección consiste en elevarse por sobre el mundo
cambiante y la mente mutable hacia un reino de divina inmovilidad. Allí, nos sentamos en un
trono de conciencia y despreciamos al mundo que cambia. Esta es una idea que todavía
influencia nuestra idea del cielo y de la bendición. Para Gregorio, como dice en su tratado
On Perfection (“Sobre la perfección”), o en su Life of Moses “(La Vida de Moisés”), el
ascetismo es el modo de superar la “guerra civil que se libra en nuestro interior”. Debemos
pelear contra los recuerdos que nos enfurecen de las ofensas sufridas, como lo tendrán
que hacer durante mucho tiempo los ciudadanos de Irlanda del Norte o de Irak. El deseo
debe ser entrenado y transformado, para así poder vivir concientemente. Podemos mejorar.
Pero la perfección nunca es un logro definitivo. “Lo divino es por naturaleza infinito, sin
límite que lo pueda cercar”. Así como el deseo se purifica por el trabajo de la oración y no
alcanza su satisfacción final, sino que se intensifica a medida que vamos avanzando, nunca
podremos quedar satisfechos con lo que obtenemos de Dios.

Para Jean Danielou, uno de los más grandes comentaristas de Gregorio, esta línea de
entendimiento representa un avance con respecto a la posición de Origenes. La
imposibilidad de conocer, de alcanzar a Dios, crea así, el misticismo de la oscuridad o
“agnosia” – aparentemente lo opuesto a gnosis. Hay dos clases de oscuridad, la débil y la
poderosa. La primera queda expresada en lo que Gregorio dijo de su hermano, a cuya
sombra le parecía vivir: “lo vimos entrar en la oscuridad donde estaba Dios…él entendió lo
que era invisible para otros”. Esta oscuridad es aceptable. Estamos desconcertados pero
luego comprendemos, estamos ciegos y luego vemos. Pero existe una oscuridad más
oscura: “ la verdaderas visión y el verdadero conocimiento de lo que buscamos consiste
precisamente en no ver, en darnos cuenta que nuestra meta trasciende todo
conocimiento…”

La perfección es un progreso constante. La opinión griega de que el cambio es un defecto,
es suplantada por el proceso de siempre cambiar hacia algo mejor, “de la gloria a la gloria”.
Cada final es un comienzo nuevo. El horizonte está en constante retroceso a medida que
nos acercamos a él. “La perfección consiste en nunca dejar de crecer en el bien. Si
aceptamos esta idea, nos enfrentamos a serias consecuencias, siempre que deseemos
vivir consecuentemente con lo que creemos. La trascendencia y la paradoja (el movimiento
y la estabilidad son lo mismo) están incorporadas al significado humano. La conciencia es
un universo en expansión. El temor de que estemos condenados a una insatisfacción
permanente- una conclusión natural para cualquiera que sea conciente de sus ciclos de
deseo comunes - es cambiado por una intoxicación con la inagotabilidad de la gloria. La
bondad ya no se ve aburrida y Cristo no es un objeto de idolatría sino el Camino hacia el
Padre.

Conocer a Dios, en la experiencia trascendente de saber que no podemos conocer a Dios,
nos hace volver a nosotros mismos de un modo diferente. En toda la tradición mística un
tema fundamental es el vínculo entre nuestro auto conocimiento y nuestra capacidad para
conocer a Dios. Gregorio ubica su antropología cristiana en la afirmación bíblica de que
somos “íconos” de Dios. No existe una división gnóstica entre lo natural y lo sobrenatural.
No es atraído, como otros maestros místicos, por el juego metafísico entre la imagen y la
semejanza. Es un alivio ser persuadidos lógica y teológicamente de que somos
esencialmente buenos. La mortalidad es un remedio para el pecado original no un castigo y
la “gracia de la resurrección es la restauración del ser humano a su estado natural de
bendición”.

Gregorio administra una fuerte dosis de “agnosia”. Al comienzo no sabe bien, pero cuando
superamos su mal gusto, sentimos sus efectos terapéuticos. Paradójicamente, el reino
humano y el reino creado se afirman ya que no dejamos de ser humanos ni aún en nuestra
unión con Dios. La esperanza se construye en la idea de que cada fin es un principio. El
pecado es una negación a seguir adelante. El término de San Pablo “epectasis” (Filipenses
3:13) le da a Gregorio autoridad bíblica. Tensión y expansión, olvidarse de lo que dejamos
atrás, esforzarse por llegar a la nueva etapa

Esto afecta a la oración en forma fundamental y le da más profundidad a la idea de
Origenes acerca de lo punitivo: Gregorio nos ayuda a entender porque podemos dejar de
pensar en Dios, y en realidad por que necesitamos hacerlo, para poder entrar en la oración
contemplativa.”Toda representación es un obstáculo”, el dice: “La persona que piensa que
se puede conocer a Dios, en realidad no tiene vida, ya que ha sido desviado con falsedad de
ser un Ser verdadero a ser algo ideado por su propia imaginación”.

Y sin embargo Gregorio no era un monje ermitaño sino un Obispo, un pastor y maestro. Su
teología mística vitaliza su vida sacramentarla, no la degrada. En un sermón contra los que
desechan el bautismo dice que el poder del cristianismo tiene dos aspectos: “regeneración
por medio de la fe “ y “participación en los símbolos y ritos místicos” El bautismo es una
iniciación en una tierra rica en frutos de felicidad y la Eucaristía es la medicina de la
inmortalidad que marca la diferencia física para aquellos que la celebran. ¡Cómo se podría
expresar de modo más benévolo la centralidad de la experiencia contemplativa en la Iglesia
o el significado de la vida como una liturgia mística?
Escrita por Kim Nataraja,
Escuela Internacional.
Traducida por:
Ana Inés Privitello,
Argentina

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