¿QUÉ ES LA ORACIÓN?
Una muy antigua definición de la oración la describe como “la elevación del corazón y la
mente a Dios”. ¿Qué es “la mente”, que es el “corazón”? La mente es la que piensa,
cuestiona, planea, se preocupa, fantasea. El corazón es el que sabe, ama. La mente es el
órgano del conocimiento, el corazón, es el órgano del amor. La conciencia mental debe
eventualmente hacerse a un costado y dar lugar a la forma más plena de conocer-la
conciencia del corazón. El amor es completo conocimiento.
La mayoría de nuestro entrenamiento en la oración no obstante, está limitado a la mente.
Cuando niños fuimos enseñados a decir nuestras oraciones, a pedirle a Dios lo que
necesitábamos. Pero este es solo una parte del misterio de la oración.
La otra mitad, es la oración del corazón, en donde no pensamos en Dios ni hablamos con
Dios, ni le pedimos algo. Simplemente estamos siendo con Dios que está en nuestro
interior en el Espíritu Santo que nos ha entregado Jesús. El Espíritu Santo es el amor, la
relación de amor que fluye entre el Padre y el Hijo. Es este el Espíritu que Jesús respiró en
el interior de cada corazón humano. La meditación entonces, es la oración del corazón que
nos une con la conciencia humana de Jesús, en el Espíritu.
´Ni siquiera sabemos como rezar, pero el Espíritu mismo ora en nosotros´ (Romanos 8: 26).
El Espíritu Santo, particularmente a partir del Concilio Vaticano II de la década del 60, nos
ha estado enseñando a recobrar esta otra dimensión de nuestra oración. Los documentos
del Concilio sobre la Iglesia y la liturgia, enfatizan la necesidad de desarrollar una
“orientación contemplativa” en la vida espiritual de los cristianos de hoy. Todos somos
llamados a la plenitud de la experiencia de Cristo, cualquiera sea nuestra forma de vida.
Debemos entonces ir más allá del nivel de la oración mental que se centra en hablar con
Dios, pensar en Dios o pedir a Dios por nuestras necesidades. Debemos ir a las
profundidades, a donde el mismo Espíritu de Jesús ora en nuestros corazones, en
profunda unión con nuestro Padre, en el Espíritu Santo.
La oración contemplativa no es privilegio de los monjes y monjas o de tipologías místicas
especiales. Es una dimensión de la oración a la que nosotros somos también llamados. No
se trata de experiencias extraordinarias ni de estados alterados de conciencia. Es lo que
Santo Tomás de Aquino llamó “el simple gozo de la verdad”. William Blake habló de la
necesidad de “limpiar las puertas de la percepción” para llegar a ver todo como realmente
es: infinito.
Esto es todo lo que podemos decir en cuanto a la conciencia contemplativa vivida en la
vida ordinaria. La meditación nos conduce a esto y forma parte del misterio de la oración
en la vida de cualquier persona que busca la plenitud del ser.
Meditación Cristiana: Tu práctica Diaria
Laurence Freeman OSB
Director de La Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana
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