BLOG PRINCIPAL

Buscar este blog

viernes, 18 de diciembre de 2009

Espacio para ser

Espacio para ser

San Pablo escribió a los Tesalonicenses:

“Pero nosotros debemos dar incesantes gracias a Dios por vosotros, hermanos
amados del Señor, a quiénes Dios ha elegido desde el principio para haceros salvos
por la santificación del Espíritu y la fe verdadera.”. (Tesalonicenses 2:13)

Yo creo que es un asunto importante para todos nosotros el poder llegar a conocernos
y comprendernos a nosotros mismos, y una de las mejores maneras para hacerlo, en
los términos actuales de nuestra sociedad, es a través de la experiencia. A la gente se
le estimula para que experimente con su experiencia. Pero yo creo que esta es sólo
útil y educativa si la sabemos evaluar adecuadamente. Como bien lo sabemos,
frecuentemente tenemos la experiencia pero desconocemos su significado.


Nuestra tradición monástica nos dice, que si queremos comprendernos a nosotros
mismos y saber quiénes somos, entonces debemos hacer contacto con nuestro
centro. Debemos hacer contacto con la Base de nuestro ser, donde se encuentra este
centro, y a no ser que ese proceso ocurra, entonces cualquier experiencia nos dejará
solamente en la superficie. Cada vez hay más gente en nuestra sociedad que
descubre que, tanto nuestros problemas personales como los de la sociedad, son
problemas básicamente espirituales. Lo que cada uno de nosotros vamos
comprendiendo de este mundo es que el espíritu humano nunca encontrará
satisfacción total en el éxito o prosperidad material. No es que el éxito o la
prosperidad material sean malos en sí, pero simplemente no son adecuados como la
respuesta final de la condición humana.

Entonces hay muchos hombres y mujeres que han descubierto que su espíritu está
atrapado en el materialismo que viven, y mucha de la frustración de nuestros tiempos
viene de que creemos que fuimos creados solamente para la sobrevivencia diaria. El
conocernos, el comprendernos a nosotros mismos, el poder resolver nuestros
problemas, el poder vernos a nosotros mismos y a nuestros problemas con
perspectiva, requiere que hagamos contacto con nuestro espíritu. El auto-
entendimiento surge de comprender que somos seres espirituales, y es solo el
contacto con el Espíritu Santo universal lo que puede dar la profundidad y el espacio
para comprender el significado de nuestra experiencia. La forma de llegar a esto no
es difícil. Es muy sencilla. Pero requiere de un compromiso y de involucrarnos
seriamente en nuestra propia existencia.

La magnífica revelación está a nuestro alcance, la podemos descubrir si solamente
nos colocamos en el camino de la disciplina, es decir, con nuestro espíritu arraigado
en Dios, ya que cada uno de nosotros tiene destino, significado e importancia eternos.
Este es el descubrimiento primordial que cada uno de nosotros debemos hacer; que
nuestra naturaleza tiene el infinito potencial para desarrollarse y que ese desarrollo
ocurre solo cuando hacemos el peregrinaje a nuestro centro. Nuestro centro es
nuestro corazón, pues es ahí, en la profundidad de nuestro ser, en donde nos
descubrimos arraigados a Dios. La meditación es solo el camino para hacer contacto
con nuestro espíritu y en ese contacto encontramos nuestra integración, y a través de
nuestra experiencia, encontramos la armonía y descubrimos que toda nuestra
experiencia se juzga y se alinea con Dios.

La manera para hacer la meditación es muy sencilla. Lo que cada uno de nosotros
debemos hacer es estar lo más quietos posible, tanto de cuerpo como de espíritu. La
quietud del cuerpo la conseguimos sentándonos totalmente quietos. Así que cada vez
que medites, toma unos momentos para encontrar una postura cómoda. La condición
esencial es que tengas tu columna vertebral lo más derecha posible. Luego, el camino
para la quietud de espíritu que tenemos en nuestra tradición monástica, es aprender a
decir, en silencio, en la profundidad de nuestro espíritu, una palabra o una frase corta.
El arte de la meditación es simplemente aprender a repetir esa palabra
constantemente – la palabra que recomiendo es una palabra en Arameo – maranatha.
No muevas tus labios, pero repítela o recítala internamente. Lo que es importante y
que debes comprender desde un principio, es que hay que repetir o recitar esta
palabra del principio al fin de tu meditación. Al aprender a repetirla, estás aprendiendo
a renunciar a tus pensamientos, ideas e imaginación y aprendes a quedarte en la
profundidad de tu propio ser. Acuérdate siempre de esto. No pienses, no utilices otras
palabras mas que esta, no te imagines nada. Solamente escucha, repite tu palabra en
la profundidad de tu espíritu y resuénala. Concéntrate en ello y dale toda tu atención.

¿Porqué es tan poderoso? Básicamente porque nos da el espacio que nuestro espíritu
necesita para poder respirar. Nos da a cada uno de nosotros el espacio para ser
nosotros mismos. Cuando estás meditando no tienes que disculparte por quien eres ni
tampoco te tienes que justificar. Lo único que tienes que hacer, es ser tú mismo,
aceptar de las manos de Dios el regalo de tu ser, y en esa aceptación de ti mismo y de
tu creación, llegas a la armonía con tu Creador, con el Espíritu. La meditación se trata
de que nuestro espíritu entre en total armonía con el Espíritu de Dios. Pero si quieres
aprender a meditar y vivir tu vida a partir de la profundidad de tu ser, entonces debes
construirlo todos los días y hacer el espacio cada mañana y cada noche de tu vida. El
período mínimo para meditar es de 20 minutos; el período óptimo es de 30 minutos.
Cuando aprendas esta disciplina podrás vivir tu vida en armonía, armonía contigo
mismo, ya que todo lo que ocurre en tu vida se pone en armonía con Dios y con la
creación, pues habrás encontrado tu lugar en la creación. Lo sorprendente de la
revelación Cristiana es que ese lugar no es nada menos que en la raíz y en la base de
Dios.

Desde nuestro peregrinaje de la meditación mira lo que nos dice San Pablo bajo esta
nueva perspectiva:

“Pero nosotros debemos dar incesantes gracias a Dios por vosotros, hermanos
amados del Señor, a quiénes Dios ha elegido desde el principio para haceros salvos
por la santificación del Espíritu y la fe verdadera. A ésta precisamente os llamo por
medio de nuestro evangelio, para que alcanzaseis la gloria de nuestro Señor
Jesucristo”. (Tesalonicenses 2:13-14)


PADRE JOHN MAIN, OSB
www.meditacioncristiana.com

No hay comentarios: