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domingo, 2 de noviembre de 2008

TAMBIÉN HUBO ÓRDENES DE MUJERES Iº

TAMBIÉN HUBO ÓRDENES DE MUJERES

Antonio Galera Gracia

Este artículo está dedicado a Montse Robreño, a Gloria de Válor, a Mari Carmen Pérez y a cuantas damas se convirtieron en metafísicas monjas-guerreras para batallar en silencio contra una sociedad que daba como demostrado y cierto que la mujer había sido creada para ser sumisa en todo al varón, servirle y venerarle, ya que la ignorancia ha de servir y venerar a la inteligencia y a la potestad del hombre, adalid del Universo y señor de todo lo creado.

En mi correo electrónico recibo escritos de personas que me sugieren, me honran, me reprenden o me preguntan sobre múltiples y variados temas. Numerosos han sido ya los que me consultan para saber si en la historia hubo órdenes militares que hubieran sido profesadas por mujeres. Y otros mensajes, aunque hemos de decir que han sido en menor número, para saber si las hubo combinadas, es decir donde la confesión fuese de hombres y de mujeres en igualdad de condiciones. A todos les dije que sí y a cada uno de ellos les mandé una pequeña reseña. Pero he pensado que en un Boletín como éste, cuya comunicación llega ya casi a los cuatro mil suscriptores, puedan haber otras personas que estén interesadas en conocer dichas órdenes.

Así que, sin más tardanza, voy a enumerar por orden de aparición en la vida, las órdenes de esta índole más importantes que existieron en la historia:

ORDEN DE LAS DAMAS DEL HACHA.

Esta orden fue creada en el año 1149 por Ramón Berenguer, conde de Barcelona, en honor de las mujeres de Tortosa que salvaron la ciudad, uniendo sus esfuerzos femeninos a las tropas que la defendían. Gracias al esfuerzo y a la entrega de estas mujeres, las tropas cristianas lograron rechazar el ataque de los moros, que tuvieron que levantar el sitio y huir vergonzosamente. La divisa de esta orden fue un hacha de gules (color rojo) puesta en pal (partición y mueble del escudo) sobre una especia de esclavina.

ORDEN DEL ESPÍRITU SANTO DE MONTPELLIER.

Un caballero de Montpellier, llamado Guy de Guado, hizo edificar en esta ciudad francesa en el año 1195 un hospital destinado para los enfermos y pobres, y lo instaló bajo la advocación de Santa Marta. Hombres y mujeres se asociaron al fundador para ayudarle en su empresa que bien pronto hizo grandes progresos. Este establecimiento sanitario bien organizado y sabiamente administrado, dio resultados muy satisfactorios.

Tanto fue así, que el Papa Inocencio III concibió el proyecto de constituirlo en orden hospitalaria, religiosa y militar. Proyecto que se hizo efectivo gracias a la bula expedida por dicho pontífice el día 23 de abril de 1198, aprobando la fundación hecha por Guy de Guado y dotándola de los correspondientes estatutos con el nombre de «Espíritu santo de Montpellier». Inocencio II, convencido de la utilidad benéfica de esta orden, que se reconocía por la práctica de las buenas obras y por su caridad evangélica, fundó otra de las mismas condiciones y servicios en Italia, dándole el nombre de «Espíritu Santo de Saxia», que pronto se unió a la de Francia.

Durante muchos siglos ambas constituciones prestaron importantes servicios, mas poco a poco fueron cambiando las circunstancias. Hubo agitaciones, se organizaron nuevas órdenes, y la de Francia declinó sensiblemente y quedó un poco a la sombra de la historia. Un decreto del mes de diciembre de 1672 declaró extinguida y suprimida esta orden y ordenó que todos sus bienes y rentas fuesen confiscadas a favor de la orden de San Lázaro de Jerusalén y de la hospitalaria de Nuestra Señora de Monte Carmelo. Este inesperado decreto llenó de consternación a los miembros de la orden, que rehusaron darle cumplimiento y eligieron un gran maestre llamado Coste y se declararon en abierta oposición a las órdenes del monarca. Dos decisiones del consejo de Estado, una en 1689 y otra en 1690, confirmaron el decreto que terminó por exasperar a los miembros de esta orden que volvieron a protestar. En vista de tan obstinada resistencia, la autoridad real, no queriendo proceder mal en este asunto, que tenía muy alarmado tanto al tribunal como a los habitantes de Montpellier, nombró una comisión de magistrados para examinar detenidamente los motivos alegados por los miembros de la orden.

El informe fue favorable a éstos, y con un real decreto de 1693, fueron anulados los anteriores y restablecida la orden del espíritu Santo. Esta victoria adquirida a costa de tantas luchas, discusiones y tribulaciones de toda naturaleza, estuvo muy lejos de producir entre los miembros de la orden, la paz y la unión, que fue turbada con motivo de la elección de otro gran maestre, reinando entre ellos la discordia, y después de vivas y apasionadas discusiones llegó un decreto firmado el día 4 de enero del año 1708, donde se declaraba la orden puramente religiosa, y en consecuencia debía de ser gobernada únicamente por la Iglesia. El Papa Clemente XIII la refundió en la de San Lázaro.

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