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viernes, 23 de enero de 2009

Cúpula de la Roca

La Cúpula de la Roca, primer monumento levantado por el Islam y sin duda una obra maestra coronada por una cúpula dorada que ilumina los viejos barrios de Jerusalén, está enclavada en la zona norte de la inmensa explanada artificial de origen herodiano que hoy conocemos como Haram al-Sharif, en la que antes se situaba el Templo de Salomón.

El edificio tiene planta centrada octogonal y en su interior encierra un doble deambulatorio. El más externo tiene forma de octógono y está sostenido por un total de 24 arcos que reposan en 8 pilares y 16 columnas.

El deambulatorio interno, de planta circular, está dotado de otros 16 arcos, que vienen a recaer sobre 4 pilares y 12 columnas. En el espacio central del santuario se sitúa la propia Roca del antiguo Templo de Salomón. El edificio tiene un diámetro de 54 metros y su cúpula, tambor cilíndrico construido con estructuras de madera recubiertas de planchas de cobre, alcanza una altura de 36 metros. Por las características constructivas y de su decoración musivaria se piensa que la obra debe atribuirse a un arquitecto bizantino que posiblemente contó con la colaboración de maestros sirios.

Existen varias hipótesis acerca de los motivos por los que Abd al-Malik ordenó levantar este bello santuario. Lo más probable es que el califa deseara afirmar la superioridad y el triunfo del Islam en Jerusalén, que en el siglo VII era la ciudad cristiana y judía por excelencia, de tal modo que la Cúpula de la Roca vendría a representar, además de un claro símbolo del poder omeya, la apropiación simbólica de un espacio sagrado por parte del Islam. En esos tiempos, La Meca había caído en poder de un rebelde, Ibn al-Zubair, primo de Mahoma, que también se había proclamado califa, y es posible que ante las dificultades para poder realizar el ritual de la peregrinación Abd al-Malik considerara la conveniencia de levantar un nuevo centro religioso en Jerusalén. Esa segunda hipótesis, sin embargo, debe admitirse con ciertos recelos, ya que en ese momento habían pasado pocos años desde la muerte de Mahoma y ningún califa en su sano juicio se hubiera atrevido abiertamente a dudar de la primacía espiritual de La Meca, ya que habría atacado directamente uno de los dogmas más evidentes de la nueva fe.

Entendemos que, por sus dimensiones, la Cúpula de la Roca no pudo ser construida para acoger a una masa ingente de peregrinos, como sucede en La Meca. Es cierto que en el Islam el Tawaf, ritual de la circunvalación, es un componente destacado en la peregrinación, pero las dimensiones físicas de los deambulatorios de la Roca no permiten la afluencia de una aglomeración masiva de fieles. Coincidimos con los que piensan que aquí nos encontramos ante un santuario más íntimo, en el que siguiendo el modelo arquitectónico de los martyria paleocristianos se está honrando la memoria de un episodio concreto de la vida de Mahoma. La Cúpula de la Roca, símbolo de la primacía del Islam en Jerusalén, sigue los modelos arquitectónicos ascensionales del Cristianismo y nos remomora lo que se conoce como viaje nocturno del Profeta, es decir, su ascensión a los cielos, en donde habría de ser recibido por el Supremo.

En la Cúpula de la Roca, levantada en Jerusalén por el califa omeya Abd al-Malik, resplandece toda la espiritualidad del Islam. En relación con este episodio de la vida de Mahoma, mencionado en el versículo 17/1 del Corán, se nos ha transmitido que estando el Profeta en La Meca fue despertado por el arcángel Gabriel y transportado hasta Jerusalén en un viaje extraordinario en el que usó como cabalgadura a la yegua Boraq, que se describe como un rayo dotado de cabeza humana y alas de águila. Desde Jerusalén, precisamente desde la Roca, donde todavía se conserva la huella de su pie, Mahoma inició una ascensión celestial en la que fue atravesando los ocho círculos hasta llegar al trono del Altísimo. En el primer cielo tuvo oportunidad de contemplar a Adán; en el segundo, a Jesús y Juan; en el tercero, a José, ideal de belleza; en el cuarto, a Idrís (Henoch); en el quinto, a Aarón; en el sexto, a Moisés, y en el séptimo, a Abrahán.

Tras ser saludado de manera sucesiva por todos ellos el Profeta, llegado al trono del más alto cielo, se situó ante Alá, al que adoró y del que recibió la Revelación. En efecto, una gota habría destilado del trono del Supremo y a través de ella Mahoma habría adquirido el conocimiento de la ciencia pasada y futura.

La concepción de los espacios celestiales en el Islam es similar a las creencias existentes desde tiempos antiguos, que ya antes comentamos y se relaciona con la existencia de ocho cielos que vendrían a coincidir, como vimos, con los planetas de los que se tenía conocimiento en la antigüedad.

Esa asimilación de viejas creencias hace que tengamos que pensar que los rituales de ascensión espiritual tampoco han debido experimentar variaciones sustanciales desde entonces. La Cúpula de la Roca, con su forma de octógono y su brillante cúpula circular, nos está hablando de los ocho cielos del Islam, en uno de los cuales, el superior, tiene su residencia el Supremo Creador.

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