En la medida en que hablamos de la meditación, nos vemos en la necesidad de
recordarnos a nosotros mismos que es un camino de sencillez. La sencillez es la
condición para la bondad, la felicidad y la santidad, pues aprendemos a ser sencillos a
través de la pobreza. Jesús dijo: ´Bienaventurados los pobres de corazón pues de
ellos es el reino de los cielos´ (Mateo 5:3).
La sencillez, como objetivo, es algo poco familiar para nosotros. La mayoría de
nosotros estamos muy bien entrenados a ver lo complejo y creemos que esto es digno
de respeto. Para poder entender la sencillez debemos entrar a nosotros mismos.
Debemos entrar a la sencillez de Dios y hacernos sencillos en este proceso.
Seguro que has escuchado que la meditación es ´un camino a la realidad´. Es primero
el camino a la realidad de nuestro propio ser. Al meditar aprendemos a ser. No a
aprender a asumir algún rol, sino simplemente a ser. La mejor manera de describir
ese ser es que entramos a un estado de total sencillez. No tratamos de actuar.
Tampoco tratamos de disculparnos por como somos o lo que somos. Estamos,
sencillamente, viviendo a partir de la profundidad de nuestro ser, seguros y afirmados,
en la raíz de nuestra realidad. Como lo decía, esto es algo poco familiar para nosotros,
pues estamos entrenados a pensar y a pensar que sólo podremos encontrar la verdad
en lo complejo. Sin embargo creo que todos sabemos en un nivel más profundo de
nuestro ser que la verdad sólo se puede encontrar en la sencillez, en la apertura. Si
recordamos nuestra claridad de visión cuando éramos niños, esta es la que nos
llevará a aprender. Requerimos el sentido de admiración de un niño, la sencillez
infantil para adorar la magnificencia de la creación.
La sencillez no es necesariamente fácil. Esta es una de las dificultades que la gente
encuentra al aprender a meditar. Se preguntan ´¿Qué debo hacer para meditar?´
Cuando les decimos que deben sentarse quietos, que deben aprender a decir una
palabra, una frase corta, la gente se escandaliza. Hay algunos que me han dicho:
´Tengo un doctorado en Física Avanzada, o en Religión Comparativa. Eso que usted
dice está bien para la gente ordinaria, pero no para mí – debe haber algo más
estimulante que eso´. Pero esta es la esencia de la meditación – aprender a estar en
silencio, aprender a estar quieto, y aprender que le revelación llega al penetrar en la
raíz de las cosas, en el silencio de las raices.
La meditación es una forma de romper con la ilusión del mundo para ir a la realidad de
la pureza de la luz. La experiencia de la meditación consiste en anclarnos a la Verdad,
al Camino y a la Vida. En la visión Cristiana, Cristo es el ancla. El nos revela que Dios
es la base de nuestro ser, que nadie puede tener vida sin El, que El es el Camino, la
Verdad y la Vida. La gran ilusión que casi todos padecemos es que creemos que
nosotros somos el centro y que todo gira en nuestro alrededor. Sacar nuestro
doctorado nos confirma este padecimiento. Pero en la meditación aprendemos que
esto no es verdad. La verdad es que Dios es el centro y que cada uno de nosotros
somos por su regalo, por su poder y por su amor. Ahora, esto no ocurre
instantáneamente, y como se los decía, para aprender a meditar debemos hacerlo
cada día, en la mañana y en la noche y durante tu período de meditación debes
aprender a decir tu palabra del principio al fin.
Con la experiencia de meditar vamos gradualmente haciéndonos libres. La meditación
es el mejor camino para la liberación. Por ejemplo, nos liberamos del pasado ya que
cuando meditamos renunciamos a este al repetir nuestra palabra. Nos abrimos al
presente por la disciplina de repetir la palabra. Consecuentemente nos abrimos cada
vez más a nuestra vida en el momento presente. El miedo y el arrepentimiento del
pasado pierden poder de dominarnos. No somos más dominados por estos porque ya
estamos seguramente anclados en el Ser. En la meditación aprendemos que somos
porque Dios es. Descubrimos que el simple hecho de ser es nuestro gran regalo. Al
estar abiertos a ello, nos arraigamos a la base de nueswtro ser. Asimismo, nos
liberamos del futuro, de nuestra preocupación y de nuestro miedo. De hecho, lo que
aprendemos en la meditación es que en el poder de Cristo nos liberamos del miedo. El
miedo en sí es el obstáculo más grande entre nosotros y la realidad. La visión
Cristiana nos muestra que el poder más grande que disipa el miedo es el amor. El
corazón del mensaje Cristiano es que Dios es amor y que Jesús nos ha liberado de la
esclavitud del miedo y nos ha llevado a la luz, al amor de Dios.
Cada uno de nosotros estamos invitados a abrirnos a la capacidad de entrar en la
experiencia misma de Jesús. En la revelación Cristiana El ha roto el velo del miedo y de
las limitaciones. Su resurrección nos ha abierto un camino para entrar a la pura luz de
la realidad, la luz pura del amor. Lo que aprendemos al meditar no es solamente
teología o poesía de la teología, pero lo que aprendemos es que esto es el presente, la
realidad viva que está en el centro de nuestro ser. Para entrar a ese Camino y a esa
Luz, a ese camino del Amor, a esa vida sin límites, requerimos apertura, generosidad y
sencillez de nuestra parte. Sobre todo, requiere del compromiso. No del compromiso
por una causa o por una ideología, pero el compromiso en nuestras vidas de la
sencillez en nuestro diario retorno a las raíces de nuestra existencia, el compromiso
de responderle a la vida en atención, para crear el espacio en nuestra vida para vivirla
plenamente. Lo que aprendemos en la meditación, en el silencio, es en toda sencillez
descubrir que no tenemos nada que temer del compromiso de hacer este espacio.
Creo que todos tenemos miedo de comprometernos pues parece ser que reducimos
nuestras opciones. Nos decimos a nosotros mismos: “Si me comprometo a meditar,
entonces no podré hacer otras cosas”. Lo que creo es que todos encontramos que
este temor se disuelve en nuestro compromiso de ser serios, de estar abiertos, de
vivir, no a partir de las sombras de nuestro ser, sino de su profundidad. Lo que todos
encontramos en la experiencia de la meditación es que nuestros horizontes se
expanden, no se contraen ni nos vemos limitados, sino que logramos la libertad.
¿Cómo ocurre esto? Creo que esto se logra como resultado de nuestro compromiso,
no a una ideal abstracto o a una ideología, sino a la sencillez, la misma sencillez que se
requiere para sentarnos cada mañana y cada tarde, y cerrar nuestros ojos y recitar
una palabra del principio al fin. Inicia tu día con esto, a partir de la esencia de tu propia
naturaleza. Prepara tu día siendo. Luego en la noche regresa a buscar el significado
de todo lo que hiciste en tu día para que similarmente te abras a tu origen en Dios y te
abras a la base de tu ser.
El mantra te irá conduciendo a un mayor silencio. El silencio te irá conduciendo a una
mayor profundidad. En la profundidad vas a encontrar, no ideales o teología, sino a la
persona que es Dios, que es el Amor. El camino es un camino de sencillez. Lo que
debemos aprender en la meditación es que debemos aceptar ser más sencillos cada
día de nuestras vidas. Escucha las palabras de Jesús:
´Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos...
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios´. Mateo 5: 3, 8.
La meditación es el medio para la pureza del corazón, renunciamos al miedo y a la
limitación – y entramos, sencillamente, a la presencia de Dios.
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