Traducción por
Ana Inés Privitello
de Argentina
En l a Décima Conferencia Cassian pone los pies sobre la tierra. Comienza a hablar
acerca de cómo lidiar con la mente distraída en términos prácticos. Alguien alguna
vez comparó a la mente con un árbol lleno de monos saltando de rama en rama
gritándose y charlando unos con otros. Todos sabemos que apenas debajo de la
superficie de nuestra mente conciente tenemos una inmensa distracción. Él habla
acerca del problema de la distracción.
Para los Padres del Desierto, la distracción era casi lo mismo que el pecado original.
Se horrorizaban de haber ido al desierto, de haber abandonado todo, ellos practicaban
una gran austeridad y ascetismo, y sin embargo no podían lograrlo. Uno se da cuenta
lo horrorizados que estaban ante el descubrimiento de su propia distracción. De
manera que la gran pregunta de Cassian en la Décima Conferencia es: ¿Cómo
superar esta mente divagante, esta mente distraída e inconstante, cómo hacemos
par ir más allá de las imágenes y los pensamientos que constantemente pasan a
través del nivel superficial de la conciencia?
En ese punto Cassian enseña la tradición del mantra en el Cristianismo. El lo llama
una “fórmula”, un verso corto. El dice que esta tradición probada (insiste en la
autoridad de esta tradición remontándola hasta los tiempos de los apóstoles) es una
tradición probada que saca a la mente de su distracción y la guía a la quietud. “Tomen
un verso sencillo”. El recomienda: Öh Dios ven en mi ayuda. “Repítanlo
continuamente”, una y otra vez, haciéndolo dar vueltas en el corazón. Y por la
repetición constante de este verso alcanzarán con facilidad la primera de las
beatitudes, la pobreza de espíritu.
Es cierto que podemos encontrar este simple método que nos lleva más allá de
nuestra distracción, dentro de las profundidades de la conciencia, en otras religiones.
Pero, aquí, en el corazón de la tradición espiritual cristiana, lo encontramos
expresado en términos de la Escritura, en términos de la teología cristiana. La
repetición de un verso único nos conduce hacia la pobreza de espíritu, a renunciar a
todos los pensamientos e imaginación, en última instancia a renunciar al ego, porque
nos conduce desde esa pobreza de espíritu hacia el Reino de los Cielos, la oración de
Cristo que está en nuestro interior. Esta pobreza de espíritu es la idea teológica
principal o la idea de las Escrituras con la que juega Cassian cuando describe a la
meditación, a la oración pura.
La meditación es un camino. Es una disciplina. No es una técnica. Una técnica es algo
que practicamos con el ego para obtener un resultado deseado, y para tener el
control de todo el proceso. Con una disciplina, estamos trascendiendo el ego. No
estamos practicando una disciplina para obtener un resultado deseado, sino para
perdernos, para alejarnos del ego hacia el verdadero ser. Nadie puede encontrar su
verdadero yo, nos dice Jesús, a menos que pierda su falso yo.
Cuando se practica como una disciplina, la meditación no es dominar una teoría. Ni
tampoco se trata de dominar una técnica. Cuando te pones a pensar te das cuenta
que hay poca técnica en esta manera de rezar- repetir en el corazón un solo verso. Es
muy práctico aprender a decir el mantra al ritmo de la respiración como también por
ejemplo con la oración de Jesús. La oración de Jesús es el mantra de la Iglesia
Ortodoxa. Si tomas una sola palabra es probablemente útil decir el mantra mientras
inhalas, y luego exhalar en silencio. Permite que el mantra descanse sobre tu
inhalación y luego exhala en silencio. Pero básicamente eres tú el que encontrará su
propia forma de decirlo. Y básicamente en esta tradición, le prestarás atención no a la
respiración sino al mantra, a la palabra, al sonido de la palabra, más que a observar lo
que está sucediendo con tu respiración.
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