Moment of Christ - The Path of Meditation -
John Main,OSB
El otro día estaba leyendo algo de un monje Budista de Vietnam que daba una plática
en una universidad Americana. Al final de la plática, uno de los estudiantes le
preguntó: “¿Nos puede decir qué método de meditación enseña usted a los novicios
que van a su monasterio?” Su respuesta fue: “Por los tres primeros años, los
novicios preparan el te para los monjes más viejos”. Puedes ver la sabiduría de esta
respuesta, especialmente para nuestra sociedad en la que domina el tiempo y la
velocidad. Pero en nuestra propia sociedad creo que tenemos una sentido más
agudo de la urgencia, de que tenemos que hacer algo ahora, para así poder
comprender el misterio de nuestra existencia.
Si nosotros pudiéramos pensar que la decisión más sabia de nuestra vida fuera el
poder dedicar 3 años de nuestra vida a preparar el té, entonces desearíamos no
perder tiempo e iniciar inmediatamente. Este sentido de urgencia que tenemos en el
Occidente puede ser un punto de mucha fortaleza para nosotros, si actuamos en
ello. En esta plática quiero compartir con ustedes cómo trabaja la sabiduría que se
requiere para resolver la pregunta fundamental del propósito de nuestra existencia.
Un punto, desde el punto de vista de las matemáticas, tiene una posición, pero no
tiene magnitud, ni tamaño. Tiene su lugar, pero eso es todo. Lo que tenemos que
hacer es llegar al punto central de nuestro ser. Este es el propósito de la meditación.
En la meditación encontramos nuestra posición en el cosmos. Y en la tradición
Cristiana y la visión de la meditación, cada uno de nosotros tenemos nuestro lugar
único. Este lugar lo podemos describir de varias maneras. Ahora, solo quiero
sugerir que ese lugar se encuentra cuando nos arraigamos a Dios, cuando nos
arraigamos al centro de toda la creación, de toda la energía y de todo el poder.
La meditación es exigente. Es una disciplina. No es suficiente solo leer libros o
tomar cursos. Tienes qué practicarla. Es en esa práctica que encuentras tu lugar.
Pero para encontrar tu lugar, debes reducirte constantemente hasta convertirte en
un punto. Todos sabemos que no hay nada peor que la auto-importancia. No hay
nada peor que el egoísmo. El propósito de la meditación es entrar al punto central,
que es la experiencia de auto-trascendernos, de movernos hacia delante. Dejamos el
ego atrás y nuestro ego se reduce y se reduce, hasta que logramos encontrar
nuestro lugar, pero no en su magnitud.
Llegar a ese punto en el centro de nuestro ser es como cuando ajustamos la apertura
de una cámara fotográfica. Cuando logramos reducirnos a ese punto único, y cuando
estamos quietos, entonces la luz brilla para nosotros, en nuestro corazón. Esa es la
luz de Dios, la luz que ilumina todo nuestro ser. Una vez que logramos encontrar ese
punto y estar quietos, la luz brilla en nuestro corazón para toda la eternidad. No me
mal-interpretes. Para hacer este camino, no requieres de características o talentos
especiales, solamente el talento ordinario de saber que debemos ir más allá de la
auto-importancia y del auto-centralismo. No toma mucha ingenuidad saber esto.
Debemos arraigarnos no en nuestro amor propio, sino en el amor universal. Nos
hacemos personas, no para nosotros mismos, sino para los otros, para todo, para el
todo.
La luz que entra por la apertura de la cámara es como de larga duración, pero la
cámara debe estar completamente quieta, y así nosotros, debemos aprender a estar
quietos. Antes de meditar ayuda escuchar un poco de música. La música ayuda a
olvidarte de las palabras, de las ideas y de las imágenes que hemos venido
utilizando. Cuando termines de escuchar la música, trata de permanecer lo más
quieto posible. Siéntate lo más derecho que puedas y cierra tus ojos suavemente, y
entonces empieza a repetir tu palabra, tu mantra, ´Maranatha´ con cuatro sílabas
igualmente acentuadas. Esto es todo lo que tenemos que hacer por los 25 a 30
minutos de nuestra meditación. No pienses en Dios, no te lo imagines, simplemente
aprende a ser en su presencia. Algo que nos puede inspirar es lo que decía el profeta
Isaías: “Déjeme consultar por lo que no me interrogaban, déjeme hallar por los que
no me buscaban” (Isaías 65:1). Este es el camino de la meditación, estar quieto,
estar en un punto, estar arraigado en Dios. San Pablo lo decía a los Romanos: “...ten
en cuenta que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti” (Romanos 11:18). En esto
consiste la meditación – el estar totalmente quieto, humilde y reverente ante la
presencia de Dios.
No te preocupes por el tiempo que pasa. No te desanimes si encuentras que te
distraes con tus pensamientos en vez de repetir tu mantra. Regresa, regresa a tu
mantra gentilmente, regresa constantemente. Si quieres aprender a meditar, si
quieres seguir el camino a esa trascendencia, a encontrar ese punto, es esencial que
medites todos los días de tu vida, en la mañana y en la noche. El tiempo óptimo es de
30 minutos y el tiempo mínimo es de 20 minutos. Vas a descubrir que en la
meditación nada ocurre. Repite tu palabra y ponte contento de hacerlo. Pero en tu
perseverancia, en el camino de la meditación, vas a comenzar a comprender la
verdad sobre este punto único, lograrás comprender lo que dice San Pablo: “...ten en
cuenta que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario