BLOG PRINCIPAL

Buscar este blog

miércoles, 13 de agosto de 2008

LA MEDITACION "Para el Kabalista"

HITBODEBÚT: ESTAR A SOLAS CON UNO MISMO

La angustia de la desolación. La soledad. El sin sentido y el desencuentro nos suceden porque nosotros no aprendimos a mirarnos. No aprendimos a percibirnos. Desde pequeños estamos bombardeados por estímulos a nuestros sentidos físicos: estamos siendo pensados por la televisión, la radio, las luces y por estímulos continuos. De hecho, no sabemos “estar a solas” con nosotros mismos y, por lo tanto, tampoco sabemos meditar, porque cuando uno quiere comenzar a meditar lo primero que sucede es la incomodidad. No podemos meditar porque tenemos miedo de nosotros mismos, porque no estamos acostumbrados a nosotros mismos, porque si llegamos a encontrarnos con nosotros mismos probablemente surja algo tan distinto, que uno podría temer pensar: ¿y ahora qué hago con esto? Porque construimos la vida sobre la base de los sentidos físicos, en base sólo a lo ya pautado y sobre experiencias no vividas. No vivimos con convicciones ganadas, son convicciones de otros, prestadas.
Las técnicas kabalistas de estar a solas con uno mismo –hitbodedút– son muy profundas y reveladoras. Una es el silencio: quien sabe hacer silencio, conoce la sabiduría. La persona que aprende a escuchar, aprende a su vez a escucharse a sí misma. Otra técnica es no ser impulsivo, es decir, meditar las cosas y crear un silencio contemplativo. Otra es el aislamiento o reclusión. Por ejemplo, antiguamente quien quisiera meditar se encerraba en un cuarto o cueva, absolutamente a oscuras, donde comenzaban a aparecer las imágenes internas, hasta que uno lograba verse a sí mismo. También se puede hacer un “ayuno”, en tanto éste constituye también una forma de silencio e interiorización.

Hitbodedút o la soledad mística consiste en aislar la esencia espiritual de la personalidad o las máscaras que cubren nuestra interioridad.

Todas las técnicas deben ser guiadas por quien ya aprendió a estar a solas consigo mismo, es decir, por un verdadero Maestro.

Hemos nacido dentro de una cultura que percibe la realidad con ciertas pautas. Estas pautas, si bien nos sirven para organizarnos y convivir, cuando se cierran sobre sí mismas producen estancamientos en la evolución espiritual, transformándose de nido en nudo.



En determinado momento, nos constituimos como seres adultos, tomamos decisiones, formamos nuestras familias, desarrollamos nuestro trabajo o profesión, pero nos damos cuenta de que algo está faltando detrás de todo esto: falta un sentido de vida. Es decir, tenemos un estilo de vida cultural, una calidad posible de vida, pero nos falta un sentido.



¿Cómo se alcanza este sentido? Primero, sabiendo qué es lo que nos pasa interiormente. La pregunta sería: ¿Cómo podrá el ser humano encontrarse a sí mismo si huye de sí mismo?



Sufrimos la angustia de la desolación, de la soledad, del sinsentido, del desencuentro, porque no aprendimos a mirarnos, no aprendimos a percibirnos. Desde pequeños estamos bombardeados por estímulos a nuestros sentidos físicos. Estamos siendo atacados: la televisión, la radio, las luces… continuamente recibimos estímulos; no sabemos estar a solas con nosotros mismos y, por lo tanto, tampoco sabemos meditar, porque cuando iniciamos la práctica de la meditación lo primero que nos sucede es sentir incomodidad. Nos sentamos, nos relajamos y nos empieza a picar alguna parte del cuerpo, o el vecino comienza a dar gritos; nos molesta todo. Si no hay ruidos externos, empezamos a transpirar o a sentir taquicardia y el pensamiento se va a cualquier lado. No podemos estar con nosotros, no podemos meditar, porque tenemos miedo de nosotros mismos, porque no estamos acostumbrados a nosotros mismos, porque si llegamos a encontrarnos con nosotros mismos quizás surja algo tan distinto que nos haría decir: “¿y ahora qué hago con esto?”. Construimos la vida sobre la base de lo fijado, sobre la base de experiencias no vividas, porque nosotros no vivimos con las convicciones que tenemos de vida, sino con convicciones heredadas y prestadas por nuestra cultura.



Si solamente vivimos de experiencias que otros han tenido y no nos conocemos o no vivimos nuestra propia vida, corremos un serio peligro de identidad.



La meditación es mucho más importante de lo que pensamos. La percepción pura, la meditación, se relaciona con hallar el punto justo a partir del cual uno sepa cuál es su sentido. “¿Qué soy yo (ma aní)?”, pregunta el kabalista.



Cuando hablamos de percepción pura o de percepción engañosa, nos estamos refiriendo a uno de los graves problemas que existen en nuestro mundo: una crisis de percepción. Durante muchos siglos el ser humano creyó que la competencia en la economía, la familia, el amor y los hijos eran el máximo objetivo de realización humana; pero hoy en día, después de tanto tiempo, nos damos cuenta de que esto no es así. Es decir, uno puede tener su trabajo, puede tener bienes materiales, una familia, y sin embargo ser infeliz, porque la idea contemporánea de “amor”, por ejemplo, nos es la misma que la del siglo pasado. En la actualidad es necesario un amor que tenga que ver con una experiencia personal, con una percepción pura, que sea vivido, experimentado. Meditar es la mejor manera de encontrarnos a nosotros mismos y estar sanos. Estar sano no es sólo ir a un terapeuta, porque uno puede ir a un terapeuta toda la vida y estar siempre igual. Estar sano es aprender a saber qué es lo que uno quiere, lo que siente, y al saberlo va a hacer el camino que lo conducirá a su propio destino. Nadie puede estar sano si no se encuentra a sí mismo, si no encuentra su destino. Pero para eso es necesario saber desarrollar una herramienta distinta de conocimiento. No nos conocemos a nosotros mismos; por eso la meditación es, entre otras cosas, una forma de dirigir la atención hacia dentro.



La percepción lineal y física está muy cerrada sobre sí misma. Cuando abrimos nuestra conciencia, vemos que la realidad es infinita. Todo es posible con los secretos de la meditación; es la práctica básica de la Kabaláh. Conociendo las técnicas adecuadas, uno puede despertar, ver más allá, aprender cosas maravillosas, tener una experiencia telepática, una experiencia de éxtasis, de dicha, de felicidad. Todo puede estar fundado con esta nueva forma de percibir las cosas: la percepción pura, directa, sin intermediarios.



El kabalista dice que el Maestro no es más que un guía en un momento del camino, pero la última puerta es individual, ya que la Kabaláh no tiene intermediarios en la experiencia. Si el Maestro enseña las técnicas es para que uno pueda despertar esa experiencia y vivirla, porque la experiencia es propia.

No hay comentarios: