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miércoles, 13 de agosto de 2008

Roncelin versus Runciman (ll)

En el curso de las investigaciones históricas (el análisis del documento pronto arrojó el resultado de ser auténtico), se habría encontrado una carta no criptografiada y fechada en 1266, en la que el gran Maestre oficial de la Orden, a la sazón Thomas Bérard (Amaury de la Roche según algunos historiadores) se dirigía a un tal Roncelin de Fos como “VENERABLE MAESTRE ULTERIOR Y SUPREMO”

"Ulterior” significa literalmente “que está más allá”, y “supremo” está claro lo que significa, por lo que debemos concluir que resulta ésta una extraña forma de dirigirse al Maestre de una Comandancia por parte del Maestre de la Orden... Ya en el hecho de que los historiadores no se pongan de acuerdo en a quién correspondió el maestrazgo (Bérard o De la Roche) en la época en que está fechada la carta, y las propias dudas existentes sobre la verdadera identidad de Roncelin, hacen que el enigma en torno al asunto se acreciente. La carta en cuestión informa de la caída de Saphet y la muerte de todos los hermanos que defendían la fortaleza, y dado su carácter de simple parte de guerra, carente de informaciones confidenciales o connotaciones comprometedoras (salvo el extraño tratamiento que recibe Roncelin de Fos por parte del Maestre oficial de la Orden), es por lo que tal vez se cometió el desliz de no haber sido encriptada. Saphet se encuentra al norte del mar de Galilea. Fue destruida en 1219 y reconstruida bajo el Maestrazgo de Armand de Pèrigord con el apoyo de Benedicto, obispo de Marsella.

En 1266 fue arrebatada a la Orden por el sultán mameluco Baybars, quien hizo matar a todos los defensores; hechos que, de forma apesadumbrada, se relatan en la misiva que nos ocupa. También cabe pensar, ¿por qué no?, que este estado de profundo abatimiento del Maestre de la Orden le hiciese cometer la torpeza de no criptografiar una carta que debiera haber permanecido por siempre oculta a ojos de los profanos... ¿Qué culpas remorderían la conciencia de quien, teniendo tanto que perder, perdió hasta la discreción debida (o “de vida”)?... Esta pregunta se la hace el que suscribe, a tenor de los términos en que se expresa el afligido Maestre, pero otros interrogantes, seguramente menos subjetivos, se desprenden de todo esto: - ¿Fueron deslices como el referido (no encriptar ciertas misivas) la verdadera causa de la caída de la Orden? - ¿Apareció también esta carta manuscrita (y puede que otras que compondrían eso que se ha dado en llamar "Le Cartulaire Secret", así como los propios Estatutos de Roncelinus) en los Archivos Vaticanos, como parte del material incautado durante el proceso inquisitorial?

Ciertamente, resulta difícil concebir que semejante error se produjese, y más complicado aún resulta entender que las implicaciones que se derivan de la carta secreta entren en contradicción con la propia Regla Secreta del Temple como se ha llegado a sostener, pues, efectivamente, los Estatutos en su artículo XX dicen: “Está rigurosamente prohibido de elegir como Gran Maestre a un Consolado. Los otros puestos y cargos principales de la Orden están reservados a los Elegidos y a los Consolados”. Sin embargo, resulta evidente que tal contradicción no existe, pues si bien la Regla indica claramente que está prohibido elegir como Gran Maestre a un Consolado (el Consolado es aquel que “está liberado del yugo que los hijos de Babilonia han establecido sobre la base de los falsos dogmas”... Art. VI), no parece indicar, de forma explícita ni implícita, que no pueda ser un Elegido (miembros del círculo interior). De hecho, conviene recordar que en las mazmorras de la torre de Chinón, donde estuvieron apresados los altos cargos de la Orden del Temple, entre ellos el Maestre Jacques de Molay, se hallaron graffitis grabados por la propia cúpula templaria en las paredes de las celdas.

Estos graffitis están plenos de un inequívoco simbolismo esotérico, hasta el punto de que su significado oculto trató de ser dilucidado por el alquimista Eugène Canseliet, discípulo de Fulcanelli (si no el propio Fulcanelli en persona). Esto evidencia que, efectivamente, los máximos dignatarios de la Orden tenían pleno conocimiento del saber trascendente y esotérico templario, lo cual no significa que tuviesen que ocupar rangos equivalentes dentro las diferentes estructuras orgánicas de la Orden. Concebir esto así, resulta mucho más lógico y admisible que no la hipótesis de un círculo interior funcionando en secreto y a espaldas de la jefatura exotérica u oficial, aunque sí del resto de la estructura mayoritaria (eminentemente la militar) de la Orden. Independientemente de las prudenciales dudas sobre la veracidad o exactitud que la información aquí expuesta plantea, más que contradicciones lo que genera son nuevos interrogantes que ahondan aún más en las ya de por sí enormes incógnitas existentes en torno al misterio templario. Ya en su momento se produjeron filtraciones desde la liga Anglo-Helénica que el mismo Runciman presidiera.

En concreto un miembro de esta liga, amigo y estrecho colaborador de Sir Steven, que había tomado parte en el equipo de investigación de 1967, hizo algunos comentarios imprudentes en una de las reuniones que se llevaron a cabo en la torre fronteriza de Elshieshields, en Dumfrieshire, Escocia. Los comentarios hacían referencia a un acta notarial firmada por los cinco integrantes del grupo, comprometiéndose a no difundir públicamente los resultados de la investigación. El informe final debía ser entregado directamente a los representantes neotemplarios que promovieron la operación, los cuales se habrían garantizado la fidelidad pagando cuantiosos honorarios. Ahora, muerto Runciman, el tema parece aflorar y los cabos sueltos son demasiados como para desdeñarlos sin más. Tan sólo, y en ello se encuentran actualmente varios investigadores, resulta preceptivo: primero, hallar esos cabos sueltos; y segundo, atarlos. Las pistas son claras y notorias, aunque hasta el momento esquivas: - El acta notarial firmada por el equipo de Runciman. Ella demostraría fehacientemente que el estudio se llevó a cabo y, lo que es más importante, evidenciaría el compromiso de no difundir los resultados públicamente.

- La carta manuscrita enviada por el Maestre del Temple a Roncelin de Fos en 1266. De demostrarse su existencia y autenticidad el secreto ulterior del Temple quedaría al descubierto, con lo que habría que reescribir no sólo la historia de la Orden, sino parte de la propia historia medieval... - Los cuatro integrantes restantes del equipo de investigación de Runciman, incluido el filtrador de la información, pues aunque resulta improbable, tal vez alguno de ellos aún viva. Cabe pensar que todos, o cuando menos la mayoría, fuesen integrantes de la liga Anglo-Helénica. - Las órdenes neotemplarias que financiaron el proyecto. Descartada la liderada por San Ferdinando, todas las evidencias apuntan hacia un grupo que mantiene presumibles buenas relaciones con el Vaticano, en este caso reconocidas por los propios dirigentes de la orden, y su más que sospechosa fundación cuatro años antes del “Caso Runciman”: la Nueva Observancia Templaria.

La otra orden, o bien es inexistente (una mera puesta en escena para el despiste) o, por el contrario, habría sido la verdadera impulsora de la investigación, valiéndose para ello de las supuestas buenas relaciones referidas para acceder a ciertos archivos vaticanos. - El informe Runciman. El resultado del estudio encargado se plasmó en un informe, cuyo original se habría entregado a quienes lo pagaron: las órdenes neotemplarias... Esperemos que, en última instancia, realmente no fuese la propia Sede Pontificia, o la Societas Iesus... Dado que está totalmente descartado que la copia estudiada de los Estatutos de Roncelin en 1967 fuese la que se conserva en Hamburgo, los responsables de la Biblioteca Corsino de Roma tendrían que ser la fuente primaria a la que acudir en busca de pistas, debiendo ser conscientes, eso sí, de que “con la Iglesia hemos topado”...

Afortunadamente, lo que no parece probable es que el honorable e insigne Runciman haya conseguido llevarse su secreto, el secreto ulterior del Temple, a la tumba... (*) Se deberían descubrir en el siglo XVII en Alemania dos documentos que se remontaban a la Edad Media, que demostraban ser de hecho dos reglas secretas suplementarias, redactadas solo para los Caballeros que alcanzaron el verdadero Círculo Interior de la Orden, y que suplementaban la regla eclesiástica corriente: estos documentos encontrados en Hamburgo son los "La Regla de los hermanos Elegidos" y la "Regla de los hermanos Consolados"

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