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domingo, 30 de noviembre de 2008

SECRETOS TEMPLARIOS I

Llegando a conclusiones de la Orden con Phillipe le Bel, el autor escribe: “El rey intentó algunos trámites para que lo nombraran Gran Maestro. Era una solución osada, pero que no probaba que formara parte de la destrucción de la Orden.

El Chapitre presentó un rechazo categórico”. No debería sorprendernos la intransigencia del Chapitre. Realmente, Phillipe le Bel, Gran Maestro de los Templarios... Es como si Luis XV, en lugar de suprimir a los Jesuitas en su reino, había pensado que lo nombrasen superior general de su Compañía... Phillipe estaba resentido. Pero escuchemos lo siguiente: “Un evento bastante grave se añadió a este malestar.

Durante la revuelta de Paris contra las variaciones de la moneda -variaciones, que el rey se había tomado la libertad de motivarlas públicamente el pueblo se quejó tan fuertemente que el soberano, que normalmente no desdeñaba el irse a pasear a pie y entretenerse con los ribauds, tuvo de pedir refugio en el Templo. La humillación que sufrió ante la Orden, ¿no fue, en realidad, más penosa que la revuelta Ha publicado, notablemente, un excelente estudio sobre el atentado de Anagni. Se encuentran frecuentemente, reseñas poco conocidas sobre las presiones que Phillipe le Bel ejerció sobre Clemente V, en un dominio que no sobrepasó de ninguna forma de la competencia del poder temporal. 65 Por ejemplo, cuando se lee en el subtítulo: “Los hombres de plata”, se trata de soldados del Templo, y no del rey del falso tesoro y de sus consejeros. – Veamos otro subtítulo: “ Phillipe le Bel, un creyente y un patriota”. Pero los Templarios, también ellos, ¿no eran creyentes? En cuanto al patriotismo de Phillipe le Bel, difería fundamentalmente del de San Luis. El patriotismo del abuelo estaba exento de toda ambición territorial; y, el de su nieto, podría llevar otro nombre: el de “nacionalismo” pasajera de los parisinos?” – Es posible.

Pero el hecho de encarcelarles, torturarles y calumniarles, a aquellos que os han salvado la vida, no es un comportamiento muy caballeroso. El autor subraya muy bien el papel jugado por Nogaret. Este legista, después del atentado de Anagni, fue excomulgado y lo fue hasta su muerte. Para él, excluido de la Iglesia, si llegaba a denunciar y a extirpar una herencia que ni el propio Santo Padre había sospechado, “¡qué triunfo, que rehabilitación ante la Cristiandad!” Aquí puede apreciarse perfectamente que, el drama del Templo esta íntimamente ligado al de Anagni. Nogaret, utilizando una denuncia, más o menos espontánea, organizó sabiamente la trampa destinada a realizar sus proyectos tenebrosos.

Y estas son las encuestas reales, preliminares, que duraron siete años, de 1300 a 130766. Los Templarios, nos dice el autor, “supieron perfectamente que la malévola leyenda, tratada por ellos con desdén, fue transformada en acusación peligrosa. El Gran Maestro ya había protestado públicamente, y la desgracia vino expresamente desde Chipre, para ser expuesta al Santo Padre, al mismo tiempo que para oponerse a la reunión de su Orden, con la del Hospital, lo que le hubiera salvado... El orgullo le ocultaba el peligro. Lo veían sin creerlo”. Siempre ha sido un error, subestimar las “posibilidades” de la calumnia.

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