La no-culpabilidad de Clemente V, en lo que concierne al arresto de los Templarios, está bien aclarada por M. de Lévis: “El mismo día, al alba, en todo el reino, los Templarios fueron detenidos... La vigilia del 18 de Octubre de 1307, el Gran Maestro había figurado entre los príncipes que llevaban el féretro de la condesa de Valois. La mañana del 19 del Octubre, el mismo Guillaume de Nogaret le detuvo...
Esta indudable noticia fue comunicada al Papa por sus estupefactos camareros, quienes les habían oído proclamar en las encrucijadas.
Él la recibió como una grave ofensa, no admite las precauciones oratorias expresadas a su consideración, rehusó inclinarse ante el hecho incumplido y dirigió al rey una carta más severa que la que nunca escribió Bonifacio VIII. Los estados del reino, convocados, aprobaron y tomaron una actitud amenazante al respeto del Papa”. Todos estos detalles son verdaderamente interesantes. Durante siete años, de 1307 a 1314, los Templarios, individualmente o en grupo, fueron juzgados a la vez por los dignatarios pontificios y los tribunales diocesanos. Desde la sombra, el perfil soberbio y siniestro del rey, vigilaba todo esto. “En Paris, el Arzobispo de Sens, hermano de Enguerrand de Marigny, presidía uno de los tribunales. Varias condenas fueron pronunciadas, penitencias de poca duración, encarcelamientos temporales o perpetuos.
Un grupo de estos desgraciados, creyendo pasado el peligro, retractaron sus confesiones. Fueron condenados como relapsos y puestos a disposición del brazo secular, lo que suponía la pena del fuego. Habían condenados... A las puertas de Paris se levantaron las hogueras. Esta espantosa e impolítica ejecución, derivó en estupor y admiración, la tenaz impopularidad que envolvía a los Templarios”. Pasaremos al Concilio de Viena, que puso fin a la existencia oficial de los Templarios. Pero escuchemos a M. de Lévis Mirepiox explicarnos el epílogo del drama. En pocas palabras, el historiador, nos hace revivir la enorme tragedia: Vemos que las encuestas empezaron antes del evento de Anagni (1304). 67 La condesa de Valois está casada con Carlos de Valois, hermano del rey y tronco de la rama de los Valois, quien debió suceder a los Capétiens, justo después de la muerte del último hijo de Phillipe le Bel. “Quedaba el Gran Maestro. El Papa estaba molesto de su suerte.
Convino que se le perdonaría la vida, igual que a los tres dignatarios de la Orden, prisioneros con él, y que terminarían sus días en una leve prisión. Sólo se les pedía acceder en silencio a la lectura de sus precedentes confesiones. Molay, doliente anciano, se encuentra entre los tres caballeros. No parece haber salido de su entorpecimiento, cuando de golpe se levante y hace indicaciones de querer hablar.
Y es, ante la estupefacción general, para proclamar, delante de Dios y ante la multitud presente, ¡la inocencia del Templo! Puestos de nuevo a disposición del poder secular, y condenados como relapsos, Jaques de Molay y el ordenante de Aquitania que había seguido su gesto, fueron quemados en una pequeña isla del Sena, pidiendo que les desataran las manos para poder unirlas en oración.
Los otros dos condenados habían guardado silencio. Molay, transfigurado, estaba afectado por el miedo y el abatimiento, y, con su compañero, no cesó de mantener hasta el último aliento, esta inmortal protesta, que permaneció extendida como un manto sobre las ruinas del Templo.
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