Los diversos monumentos circulares que venimos comentando suponen un claro antecedente de los denominados martyria, también de planta centrada, que ya en tiempos paleocristianos comienzan a levantarse en diversos parajes de Tierra Santa. El mismo Constantino, primero de los emperadores cristianos, quiso honrar el lugar donde se suponía que se ubicaba el Santo Sepulcro, en Jerusalén, ordenando levantar un edificio de tipo rectangular que estaba rodeado de diversos pórticos y hospederías y en cuya zona central sobresalían dos construcciones.
De un lado, el martirion, de planta latina basilical, que ocupaba el lugar en el que se creía que se situaba la roca del Calvario, y de otro, el anastasis, de planta circular y ubicado sobre el propio Santo Sepulcro. La tumba en sí se encontraría en una gruta, en el centro, debajo de una cúpula sostenida por doce columnas. Este primitivo templo constantiniano fue destruido en diversas ocasiones y sucesivamente restaurado, de tal manera que en nuestros tiempos se encuentra transformado en una iglesia dotada de multitud de capillas en las que los distintos grupos cristianos tienen su propio lugar de culto.
En la misma Roma, Constantino decidió levantar igualmente el monumento funerario paleocristiano más antiguo que se ha conservado. Se trata de la actual iglesia de Santa Constanza, en la que se enterró a la hija del emperador. En su interior destacan una serie de columnas pareadas (en total, son veinticuatro columnas de granito) colocadas en círculo y que dividen dos espacios. En el centro, un espacio circular coronado por una cúpula; al otro lado, un deambulatorio o corredor anular cubierto con bóveda de cañón y decorado con bellos mosaicos. En la iglesia de Santa Constanza de Roma, prototipo de martyria, fue enterrada la hija del emperador Constantino.
Cuando corría el año 374 San Ambrosio fue nombrado Obispo de Milán. Se trata de un hombre que simbolizó de manera clara la aportación inestimable que para el esplendor de la literatura latina cristiana representaba la conversión a esta nueva religión de la aristocracia culta romana. San Ambrosio, que ayudó a San Agustín a convertirse y lo bautizó, fue una persona de letras que gustaba aunar el estudio de los Textos Sagrados de las Escrituras y las doctrinas del platonismo y con él la ciudad de Milán logró heredar el papel creador que antes había tenido Constantino para la arquitectura cristiana, consiguiendo ser convertida en el centro espiritual de Occidente. Es mérito de San Ambrosio haber creado el modelo de baptisterio de planta octogonal, que sin duda deriva de los modelos arquitectónicos que antes hemos citado y que alcanzó una notable difusión en el norte de Italia y en Provenza. Ya en siglo V, en torno a 432-440, el Papa Sixto III levantó el baptisterio de San Juan de Letrán, en Roma, dotándolo de una planta central con piscina octogonal rodeada por un deambulatorio abovedado.
Ocho columnas de pórfido soportan los arquitrabes sobre los que descansa otra segunda fila
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